viernes, 30 de septiembre de 2016

El papel de tu vida.

¡Hola, mis niños!
Aquí la petarda de Irith delirando de nuevo.

No sé si alguna vez habéis oído hablar de La mujer de negro,si no me equivoco la primera película de Daniel Radcliffe después de Harry Potter. La he visto un par de veces, y a pesar del miedo que me genera no es una película que me disguste, pero hasta que no la vi con mi novio no me fijé en el tema del que vengo a hablaros hoy. Me contó que el chico no le parecía un mal actor pero que, en cuanto le escuchaba hablar, le parecía estar viendo a Harry Potter.
Lo cierto es que a mí no me lo parece, pero me di cuenta de que seguramente no a todo el mundo le pasa lo mismo. Seguramente, la mayoría de la gente que visione la película no verá en ella a Daniel, sino a Harry en una especie de mundo paralelo.

Y no es culpa del actor, que en mi opinión no es malo, sino de un pasado que le precede detrás de la pantalla.

Hay actores que sufren el encasillamiento en un determinado papel, como Ben Stiller, pero a otros les juegan una mala pasada aquellos personajes que han llegado a personificar: Daniel no es el único ligado a un papel.

Siempre me ha llamado la atención el caso de Robert Pattinson. Dentro de lo malo que la gente presupone que es, a mí no me parece que esté tan mal, no me matéis, pero Edward Cullen le ha hecho muchísimo daño, en mi opinión. Ya no es sólo que se le identifique con el personaje, sino que además esta relación es para mal, puesto que no queda mucha gente que aprecie a Cullen y su representación en las películas.
De hecho, a mí me costó que me volviera a gustar después de la saga Crepúsculo, y todavía hoy tengo sentimientos encontrados al verle.

Estos son los casos que más me llaman la atención, pero seguro que hay muchos más. Hay papeles que pueden suponer un antes y un después en tu vida, y desde luego eso no es malo, pero por su puesto ese personaje, si adquiere la fuerza suficiente, puede cambiar la visión que la gente puede tener de ti como interprete.
Por ello creo que es necesario pensar seriamente a la hora de aceptar un determinado papel: puede salirte muy bien, como a Emma Watson; puede pasarte una ligera mala pasada, como a Daniel Radcliffe o... bueno, puedes acabar convertido en el próximo chico brillantina, y esa fama es muy difícil de retirar.

Un beso, mis niños. ¡Sed felices!

viernes, 23 de septiembre de 2016

Nyca.

Es impresionante cómo una sola persona, tan simple y sencilla, un minúsculo organismo viviendo en el eterno universo, puede cambiarte la vida tan radicalmente.
Yo no era nadie antes de conocer a Nyca, o al menos eso creía. Nunca me había considerado más que una sombra, una mera chica del montón que pasaba totalmente desapercibida: con mi ropa gris, el cabello pálido y los ojos oscuros, me sentía invisible entre el resto de las personas. Pero Nyca no era igual, ella no sabía lo que era la discreción.
Recuerdo el día que la conocí, mientras trabajaba en el bar situado frente a mi universidad. Estaba agotada y enfadada después de las clases, y apenas era capaz de atender a los clientes que se acercaban a la barra. Simplemente tomaba las notas y servía las bebidas, totalmente inconsciente de los comportamientos – e incluso de las caras – de todos ellos.
Pero no fue así con ella, era imposible. Pude escuchar el sonido de sus tacones en el mismo momento en que entró por la puerta, a pesar del volumen de la música, y sus labios rojos me hipnotizaron hasta que se colocó frente a mí.
- ¡Hola! – me sonrió mostrando los dientes, mientras mechones de pelo negro cruzaban por su frente.
- Hola, ¿qué vas a querer?
Ella pareció sorprendida por mi actitud, demasiado fría teniendo en cuenta el modo en que se había presentado. Se le borró la sonrisa, y por un momento llegué a arrepentirme de mi reacción.
- Una cerveza, por favor.
Me acerqué hasta el surtidor y se la serví, intentando que no notara que, a pesar de mi comportamiento, me inspiraba mucha curiosidad. Pensé que se iría a alguna de las mesas, quizá con uno de los grandes grupos que se reunían en torno a ellas, pero se sentó en una esquina de la barra. Al mirarla de reojo, descubrí que ella me observaba con interés.
Procuré no hacerla caso, evitando en lo posible acercarme hacia donde estaba, pero conseguir aquello durante mucho tiempo fue imposible. Me abordó en cuanto pasé por su lado.
- ¿Estás bien? – no me lo preguntó con malicia, sino como si le preocupara de verdad. Actuaba igual que si fuéramos amigas.
- ¿Perdón?
- Lo siento, es que no pareces encontrarte muy bien. ¿Tomamos algo cuándo acabes?, quizá te anime.
Estuve unos segundos sin saber qué contestar y mi primera reacción fue decirle que no, nunca había conocido a nadie que se atreviera a hablar así a una completa desconocida, pero finalmente acepté la oferta.
- Salgo a las seis.
- Perfecto, puedo esperar – Nyca sonrió satisfecha mientras se acomodaba más en su asiento.
Cuando acabé mi turno seguía allí, jugando con su segunda jarra medio vacía.
- Siento la espera.
- No pasa nada, no ha sido tan largo. Yo también debería buscarme un trabajo – estudió la barra, pensativa por un momento.
- Me llamo Laura.
- ¡Oh!, cierto – ella se levantó de golpe, con una sonrisa en la cara –. Yo soy Nyca.
- ¿Nyca?
- Bueno, Mónica – parecía molesta al reconocerlo – pero no me gusta que me llamen así. ¿Quieres quedarte aquí o vamos a otro bar?, a lo mejor ya estás harta de estar aquí.
Normalmente me gustaba quedarme allí, me hacía sentir cómoda y tranquila, sin cambios cuyas consecuencias no podía conocer. Sin embargo, por algún motivo, accedí a irme con ella.
No me llevó muy lejos, entramos en un bar que se encontraba a unas pocas manzanas de distancia. Nyca se dirigió directamente a la barra, con las miradas de todos clavadas en su espalda, y en cuanto nos sentamos pedimos las bebidas.
El sitio era tranquilo, incluso menos bullicioso que el local donde trabajaba. Los clientes se sentaban en las mesas en pequeños grupos, y el murmullo de las conversaciones apenas se escuchaba. Nyca no dejaba de mirarme, curiosa.
- ¿Estás mejor?
- Oh, sí.
- Se te nota un poco, me alegro – recogió nuestras bebidas de la parte superior de la barra, y me acercó la mía – ¿Llevas mucho trabajando?
- Desde que empezó el curso – me encogí de hombros, sin darle importancia –. Quiero empezar a ganarme mi propio dinero.
- Te entiendo. ¿Sigues estudiando aquí?
- Estoy en el último año.
- Yo en el tercero, pero sólo estoy aquí de intercambio. Me iré cuando acabe el curso, aunque la ciudad me gusta.
- ¿Ya la conoces?
- No del todo, por supuesto, pero me esfuerzo en poder decir que sí cuando me vaya. Me gustaría conocerlo todo.
- Llevo toda la vida aquí y creo que aún no he visto ni la mitad, supongo que no le pongo muchas ganas.
Me observó detenidamente, tardó un momento en contestar-
- Bueno, si alguna vez te animas, avísame.
Al final no me hizo falta avisarla, a las dos semanas Nyca empezó a arrastrarme por cualquier lugar que reconociera no haber visto antes: recorrimos las azoteas de la ciudad, disfrutando de paisajes que no sabía que existían aquí; caminamos por cada calle perdida que encontramos, fascinándonos con cualquier pequeño detalle apenas digno de mención; comíamos en los locales que nos llamaban la atención, y descubrí la hamburguesa de mi vida a un par de calles de mi casa.
Comprendí que había pasado la mayor parte de mi vida inmersa en una rutina de la que no salía en ningún momento, y llegado un punto había dejado de notarlo. Me sentía cómoda en ella, sin sentir realmente deseos de salir, conforme con la idea de mantenerme en un segundo plano día a día. Sí, podía ser invisible y una sombra, vale, pero en realidad tampoco pretendía hacer algo al respecto.
Nyca me cambió la vida.
Con el paso del tiempo, me fue despertando, y me transmitió parte de esa energía que la hacía destacar allá donde fuera. Me hizo cambiar, consiguiendo que me diera cuenta de la vida que llevaba, insuflándome fuerzas para empezar a modificar aquellos pequeños aspectos de la misma que no me hacían ser feliz.
No es como los padres a veces piensan, Nyca no me hizo volverme una mala chica, una mala estudiante, una completa irresponsable. Ella no era así, por mucho que su imagen fuera diferente a la de una chica perfectamente correcta, simplemente era auténtica. Me enseñó a no conformarme, a saber quién era en realidad.
Pasamos todo aquel año juntas, y en ese tiempo llegué a sentirla como la hermana que nunca había tenido. Sin embargo, las dos sabíamos que ella no iba a quedarse para siempre. Nos despedimos una semana después de que el curso terminara.
- Te voy a echar de menos – ella estaba sentada frente a mí, con la espalda apoyada en una de las columnas de mi azotea. La luz del atardecer modificaba el color de su piel.
- Y yo a ti. Pero volveremos a vernos, ¿verdad?
- Claro – sonrió alegre, mostrando los dientes entre los labios rojos –. Será como una relación a distancia, siempre habrá un buen momento para visitarnos – se puso seria de pronto, titubeante, con las manos aferradas a la botella de Coca – cola – ¿Tú estarás bien?
A pesar de la preocupación con la que planteó la pregunta, me reí.
- Por supuesto que estaré bien. Ya no puedo volver a estar mal, gracias a ti – me detuve, pensando por un momento si decir lo que tenía en mente –.Te quiero.
Ella se rio, de repente con lágrimas en los ojos. Había conseguido emocionarla.
- Yo también te quiero a ti.
Se marchó aquella madrugada, de manera que no pude acompañarla, pero aun así siento que puedo verla perfectamente: con el sonido de sus pasos caminando por el andén, regalando una mirada amable a cualquiera que se le cruzara, seguramente alegrando el día a algún destinatario de su sonrisa. Nyca nunca pasa desapercibida.
Se equivocó en algo: hace años que no la veo, aunque seguimos en contacto. Ella no se quedó más tiempo del necesario en casa, y en cuanto terminó la carrera decidió irse a trabajar un año a Australia, el lugar más lejano que pudo encontrar. Yo no me he llegado a marchar tanto tiempo, supongo que hay algo en mí que se mantiene enraizado allí donde nací – cosa que aprendí que tampoco es mala – pero vivo determinada a guiar mi propia vida, sin dejar que sea su inercia la que me arrastre a mí.
Soy incapaz de imaginar cómo sería ahora si nunca la hubiera llegado a ver, si hubiera rechazado la oferta de salir con ella aquella tarde. Seguramente seguiría igual que me encontró, viviendo como si lo que hiciera no importara, como si no fuera nadie.
Jamás agradeceré lo suficiente haberla conocido.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Tag: Escrito a mano.

¡Hola, mis niños!

Hoy os traigo un tag que vi en el blog de Un libro tras otro. Lo he llevado aquí porque me pareció muy curioso, aunque no trata exactamente de libros: lo que hay que hacer es responder a las preguntas planteadas escribiendo a mano, hacerle una foto al papel y ponerla aquí.

Yo voy a hacer esto, pero voy a seguir el ejemplo de varios blogueros y también transcribiré las preguntas y respuestas para que las podáis leer más cómodamente. La letra me ha quedado bastante decente (primer reto conseguido) y la foto no ha salido borrosa (segundo reto conseguido, ¡yay!), pero por si acaso.

Así pues, empezamos:



1. Taggeada por:

Nadie.


2. Tu user o nombre:

Irith, desde hace un tiempo.


3. La url de tu blog:

bailandoentrepalabras.blogspot.com


4. Tu color favorito:

Naranja.


5. Tu cita favorita:

"Anything is possible if you have got enough nerve"

                                                              Harry Potter


6. ¿Qué es más importante: escribir rápido o escribir prolijo?

Escribir prolijo, pero ojalá pudiera conseguir hacerlo rápido.


7. Escribe algo en mayúsculas:

ME ESTOY ESFORZANDO DE VERDAD POR HACER UNA BUENA LETRA.


8. ¡Dinos algo! Cualquier cosa:

Ahora mismo estoy viendo "El niño con el pijama de rayas" siento la confusión en el título  y siento un asco y una impotencia horribles.


9. Taggea a quien quieras:

Yo no he sido nominada y no voy a nominar. Sed libres de llevaros el tag a vuestros blogs.


Y esto es todo por hoy. Espero que os haya gustado y que no signifique trampa haberme detenido a hacer legible mi letra.

Un beso, mis niños. ¡Sed felices!





viernes, 9 de septiembre de 2016

Escenario.

Antes de nada: quiero advertir de que este texto estaba destinado a ser un poco gore, y no estoy segura de si lo he conseguido. Por si acaso, quiero advertir a quien no le guste leer cosas de ese tipo que vaya con cuidado.



El olor se podía notar nada más salir del ascensor, en el pasillo del tercer piso del edificio. Uno nunca se acostumbraba a aquel hedor, a la pestilencia de lo podrido, la sangre y la muerte. Era evidente que el escenario que les esperaba no iba a ser agradable.
Se encaminaron hacia la puerta que les habían indicado, y su compañero llamó a la misma. Nadie respondió, lo cual no era sorprendente. Pudo ver la expresión en el rostro de su jefe antes de echar la puerta abajo, la duda mezclada con el arrepentimiento previo, ese era uno de aquellos días en los que uno sólo quería quedarse metido en la cama, esperando que los problemas y los delitos violentos se solucionaran solos.
Al entrar, el mal olor que se percibía en el pasillo se hacía dolorosamente más intenso, y tuvo que esforzarse por controlar las náuseas. Todo estaba en tinieblas, y les costó reparar en el enorme charco de sangre que se extendía por el vestíbulo.
Sin embargo, en el salón todo estaba cubierto de ella: regueros rojos caían en las paredes, ensuciando los cuadros que las decoraban; en el suelo apenas se podía distinguir el parqué, enterrado casi en su totalidad bajo una capa de sangre; una leve luz roja les iluminaba, y descubrieron que la bombilla de una de las lámparas también estaba manchada.
Tras dar un par de pasos, su pie chocó contra algo. Forzando la vista descubrió que había tropezado contra una pierna humana.
No era la única: con ayuda de las linternas, fueron conscientes de que la habitación estaba plagada de miembros amputados. Yacían en las esquinas, bajo los muebles, sobre ellos; varios cuerpos se encontraban en el salón, divididos en pedazos.
Escuchó una fuerte arcada, y se volvió a tiempo para ver a uno de sus compañeros huyendo hacia el pasillo para vomitar. Le entendía.
- Está bien – la voz del inspector jefe era un susurro ronco, tembloroso –. Que un par de vosotros vaya a estudiar el resto de habitaciones, a ver si están igual. Han dicho que aquí vive una niña, tratad de encontrarla, creo que no está aquí.
Dos agentes echaron a correr por el pasillo que comunicaba las estancias, y el hombre empezó a pasearse cuidadosamente por el salón. Se acercó a él.
- Mira – su jefe le invitó a asomarse hacia donde apuntaba con su linterna, el borde por el que había sido amputada una cabeza que reposaba sobre el sofá –. La división es limpia, y el resto de la estancia está en perfecto estado. Alguien se ha dedicado a cortarlos.
- ¿Quién haría algo así?
- No lo sé, nunca he visto nada igual.
- ¡Señor! – uno de los agentes que había partido a explorar la casa volvió a la habitación, agitado –. El resto de las habitaciones parecen encontrarse en buen estado, como si no hubiera pasado nada. La niña estaba escondida en un arcón.
Su compañero apareció también, con la pequeña apretada contra su pecho. No podía tener más de cinco años, y se aferraba temblorosa a la camisa del policía. No podía verla la cara, pero podía imaginarla.
- Que alguien la saque de aquí.
Con todo el cuidado que pudo, se aproximó a su compañero y cogió a la niña. Durante el intercambio, ella permaneció con los ojos cerrados, como si supiera que no debía mirar a su alrededor.
- Ya está, nos vamos a ir de aquí.
Prefirió no sentarla en el pasillo, donde el olor a muerte se unía al del vómito abandonado frente a la puerta. Bajó las escaleras hasta llegar al portal, donde se reunían varias ambulancias y un pequeño grupo de curiosos.
- Ya estás a salvo, cariño – sentó a la niña en la parte trasera de una de las ambulancias, donde un enfermero esperaba para atenderla –. Todo ha pasado, ¿vale?
La pequeña asintió, temblorosa, mirándola afligida con sus enormes ojos grises.
- No nos hemos presentado, yo me llamo Diana – le sonrió mientras le acariciaba levemente las manos, necesitaba su confianza –. ¿Tú cómo te llamas?
- Elisa.
- Un nombre muy bonito. Escucha, ahora este señor tan amable va a comprobar que no te pase nada, yo me quedaré por aquí.
Se hizo a un lado, dejando que el enfermero revisase a la niña. El agente que había sufrido las náuseas se le acercó por detrás.
- ¿La habéis encontrado?
- Sí, al parecer se había escondido – no miró a la niña, intentando que no imaginase que hablaban de ella.
- ¿Y los demás?
Negó con la cabeza.
- Es el peor escenario que he visto jamás. No sé cómo alguien ha podido llevar a cabo un acto así.
- Yo tampoco. Es casi un milagro que la niña haya podido salir viva.
- Desde luego.
Ninguno miraba a la pequeña, inmersos en sus propias elucubraciones. Quizá, si lo hubieran hecho, la astuta y fría sonrisa que esbozaba Elisa en ese momento les hubiera hecho sospechar.

viernes, 2 de septiembre de 2016

El arte de Victoria Francés.

¡Hola, mis niños!

Hoy vengo a hablaros de mi ilustradora favorita, cuyo estilo me resulta fascinante y único. Sin embargo, me consta que es bastante conocida, así que seguramente a algunos no os esté contando nada nuevo.

De todos modos, allá voy.

Se trata de Victoria Francés, una artista valenciana que ya cuenta con varios trabajos publicados y cuyas ilustraciones llevan años dando vueltas por todos lados. Casi se podría decir que puedes encontrar su arte por donde busques: hay puzzles, posters, calendarios, cuadernos... además de poder encontrar sus dibujos en artículos tan dispares como camisetas, bolsos o banderas.

Seguramente su obra más conocida sea la trilogía Favole, y es con la que yo la conocí. Así me enamoré de sus dibujos, que desprenden un aire gótico y encantadoramente oscuro por cada poro. El arte de Victoria no es artificial o inverosímil, tiene un realismo que, aunque realmente no sé si puede ser definido como tal, otorga a sus ilustraciones algo especial que logra fascinar a aquellos que las ven, que les hacen soñar y transportarse hasta la historia que está siendo contada.

Os garantizo que, hasta ahora, no he visto nada que se parezca a sus dibujos, que pueda confundirse con los suyos. El estilo de esta artista es único, incomparable, no hay nada igual.

A continuación, os enseño algunas de mis imágenes favoritas.

















Espero que las disfrutéis y os gusten tanto como me gustan a mí.

Un beso, mis niños. ¡Sed felices!