domingo, 26 de octubre de 2014

La vida alrededor.

Me pregunto qué será de los demás.
Qué pasará en sus vidas, qué problemas tendrán.
Quizá no los sufran, quizá sean felices. Quizá sean peores que los míos.
Puede que sus sonrisas sean una tapadera; que se hundan en sus sentimientos cuando miran al frente por la calle; que las personas que veo paradas en las esquinas estén esperando nerviosas a su posible nuevo amor.
Puede que tras las ventanas encendidas no reine la felicidad y la paz de la luz, puede que ni siquiera exista un alma tras ellas.
Quizá el niño de allí no fue planeado; a lo mejor el libro entre las páginas de aquella mujer no es tan apasionante como su rostro refleja; puede que las lágrimas de ese joven sean de alegría.
Si no lo son, me gustaría consolarle, aumentar su felicidad, hacer algo por renovar la alegría del mundo. Ojalá pudiera escuchar su historia…
Me gustaría conocer la vida de alrededor. Saber lo que la gente piensa, lo que siente, entender el contenido de todas las vidas que pasan a mi lado.
Sentirme el generador y proporcionador de energía; siendo el mejor capacitado para ayudar a las personas, porque sólo yo las conocería de verdad.
Me gustaría tanto lograrlo… es mi sueño, mi deseo, mi don más ansiado.
Poder convertirme en el sabio del mundo, desvelar el misterio de las almas a mi alrededor, ser su luz en la oscuridad… Sólo yo, desde mi humilde soledad.


lunes, 20 de octubre de 2014

"Algo que nadie puede ver".


El fragmento que vais a leer no es mío, más quisiera.

Pertenece a “Toradora!” una serie anime que descubrí gracias a Lucía Valero, en su blog www.liberacionentreletras.blogspot.com (¡publicidad subliminal!). Es cortita, 25 capítulos que devoré en una semana, y os la recomiendo a todos, en serio, es preciosa. No voy a hablar aquí del argumento, ya que si escribo esto, es para compartir con vosotros el texto que aparece más abajo, pero lo podéis encontrar fácilmente en cualquier lugar.

En cuanto escuché las palabras que os traigo, me enamoré. Creo que hacía mucho tiempo que no leía algo, para mí, tan lleno de ese significado poético que tanto me gusta. Me emocioné, de verdad, al ver cómo se hacía referencia de una manera tan hermosa al amor (al menos yo creo que hablan del amor, vaya).

No sé qué os parecerá a vosotros; entenderé que no os guste, y que penséis que estoy exagerando en mi reacción, pero necesitaba compartirlo con vosotros, mis niños.

                                                                                                                                                 

“Existe algo en este mundo que nadie puede ver.

Es amable, y muy dulce.

Tal vez, si pudieran verlo, todos lucharían por él.

Por eso nadie lo ha visto. El mundo lo escondió de manera que no pudiera encontrarse fácilmente.

Sin embargo, algún día, alguien lo encontrará.

La persona que más lo merezca lo encontrará.”

 

 

 

 

 

Dentro de poco traeré más relatos, promesa. Es que se ha dado la casualidad…

viernes, 17 de octubre de 2014

Primer premio Versatile Blogger.


¡Hola, mis niños! Hoy vengo a traeros un premio nuevo, que nunca me habían dado. He de agradecérselo José Baena, mi comentarista estrella, de www.jbaenac.blogspot.com Visitadle, tiene un blog fantástico y no os cuesta nada echarle un ojo.
Como nunca antes he recibido este premio, voy a detallaros las reglas, son muy sencillas:
-          Mostrar el premio en el blog.
-          Anunciarlo en una entrada y enlazar al blog que te nominó.
-          Decir siete cosas sobre ti.
-          Nominar a quince blogs, enlazarlos y anunciárselo.
Pues bien, como manda el protocolo, voy a deciros otras siete cositas sobre mí (me voy a quedar sin curiosidades a este paso…).
1.       Mi fiesta favorita es Halloween.
2.       Me gusta tener objetos y cosas “friquis” de los libros, series, etc. que me encantan.
3.       Tengo una chaqueta color naranja mandarina, muy parecida a una que le vi a Kate Beckett en un episodio de Castle. Yo la llamo mi “chaqueta Nackett”.
4.       No me va nada mucho la fiesta (estilo discoteca/local), porque nunca me lo he pasado especialmente bien en ellas.
5.       Soy bastante casera. Me gusta estar en casa con mis cosas.
6.       Quiero un gato negro. Mi idea es llamarlo Tybalt, como el gato de Casio en “Anna vestida de sangre”.
7.       En segundo de bachillerato, con la presión de las notas, más de una vez soñé que me echaban de un examen.
Respecto a las nominaciones, no voy a nominar a quince. Ya sé que arriba pone que tienen que ser quince, pero las reglas suelen ser tan volátiles y yo estoy tan cansada de nominar blogs, que se van a quedar en cinco, lo siento.
Hasta otra, mis niños, os quiero.


martes, 14 de octubre de 2014

Décimo aniversario de Memorias de Idhún.


Hoy es un día especial, muy especial, tremendamente especial para todos aquellos que, como yo, guardamos la saga de Memorias de Idhún en nuestro corazón. Hoy, señoras y señores, se cumplen diez años desde la publicación del primer libro, un 14 de octubre de 2004.

Manera número 1 de cargarse una entrada homenaje… lo siento, me encanta esta escena y este chico.

Recuerdo perfectamente cómo empecé a leer esta saga. Cómo un día de hace ocho años (no diez, pero casi) llegué a casa y me encontré el primer libro, con su preciosa portada, posado en el mueble del pasillo. Fue un regalo de mi madre, que esperaba que me gustase, ninguna sabíamos en ese momento lo que iba a significar.
Recuerdo que, al empezar a leerlo, me quedé enganchada. La historia comienza con un suspense increíble, como en un thriller, y, cuando ese thriller decae, tú ya estás enganchado a la historia, y no la quieres soltar. Pocas veces soy capaz de acordarme con tanta exactitud de mis sentimientos al comienzo de un libro.
Desde el momento en que lo abrí, no pude volver cerrarlo. Realmente me enamoré de la historia, de toda ella, y cada frase, cada capítulo, aumentaba mi pasión. Creo que nunca había sentido nada así por un libro, por una saga, y eso la convierte en algo increíblemente especial.
Fue la primera serie que se coló en mi corazón y, lo más importante, que se quedó para siempre ahí. Cuando ahora abro cualquiera de los libros, puedo experimentar todo lo que sentí la primera vez que los leí. Es algo indescriptible, ni siquiera soy capaz de definirlo, como pasa con el amor. Sólo sé que en este momento, mientras escribo estas palabras, siento que puedo echarme a llorar de la emoción… yo creo que eso ya dice bastante, ¿no?
Siempre hablo maravillas del mundo de Harry Potter, pero el de Memorias de Idhún no se queda atrás. Es muy amplio, con muchísimos detalles, datos y razas increíbles y originales con nombres tan extraños que a veces no se pueden ni pronunciar. Siempre me ha impresionado la imaginación que tienen algunas personas, capaces de crear mundos fantásticos de la nada; suficientes para establecer el pasado y las leyendas de todo un universo; capacitadas para dar vida a decenas de personajes únicos y con el talento necesario para hacer todo eso creíble, para conseguir que no sólo leas la historia… sino que también la vivas. Laura Gallego me parece mágica, admirable, por haber logrado todo a ello, por haberme hecho querer a su historia, a sus criaturas y a sus personajes.
Bueno, a todos menos a uno. Como algunos ya sabréis, Kirtash no me cae bien, en absoluto, aunque creed que he intentado apreciarle en más de una ocasión. Desde el principio me marcó, aunque para mal, llegando a un punto en que su simple aparición en el texto me ponía de los nervios, y bastante de esa aversión sigue presente en mí todavía hoy. Jamás he sentido algo parecido por un personaje, así que supongo que Kirtash también es especial… hasta cuando Laura la lía conmigo lo hace bien, ¿verdad que es increíble?
Con el tiempo llegué a tolerarle, sin embargo. Al final de la saga ya no me enfermaba verle rondar por las páginas
y aprendí a aceptarle. Que no me caiga bien no significa que no entienda y sienta que es necesario para completar la gran obra que es Memoria de Idhún; sin él, las cosas no serían las mismas, y soy consciente de ello. Por último, y aunque me cueste, admito que es un personaje increíble, tremendamente complejo e interesante, uno de los más singulares que he conocido.
Como contraste, quiero hacer mención a Jack. Jack es… es maravilloso para mí; y podréis decir que es celoso, inmaduro y todo lo que queráis, pero como en esta historia todos tienen defectos, él no podría ser menos y, además, creo que su evolución es increíble, una de las mejores y más notables de toda la saga. Siempre me ha caído bien, fue algo instantáneo, desde las primeras páginas de “La Resistencia”. Es mi ojito derecho, no le tengo tanto cariño a ningún otro personaje de la serie, y seguramente a ninguno de cualquier otro libro… Jack para mí es muy especial.
Y no sólo porque me caiga bien, o porque fuera el primer “novio literario” que tuve. Durante toda la saga, yo era como él; siempre le he comprendido, y siento que mi opinión sobre la Tríada ha ido evolucionando a la par que la suya, si no se mostraba él más maduro. Lo que sentía y aprendía lo adquiría yo; cuando su visión de lo que le rodeaba cambió, la mía en cierto modo también. Jack para mí es un “novio literario”, para que negarlo, pero también lo siento como un cómplice, como un gemelo, como un “otro yo”... algo mucho más grande que un amor platónico. Es uno de los personajes que más me han importado, qué más me han marcado. Yo… yo quiero llorar otra vez.
Adoro Memorias de Idhún, con toda mi fuerza, con todo mi corazón. Es una obra única y especial, nada parecida al resto de libros que he leído. Absolutamente brillante, absolutamente maravillosa, absolutamente mágica… Por muchos libros que lea, esta historia siempre tendrá un lugar de honor en mi colección. Gracias, Laura; gracias por hacernos soñar; por hacernos vivir esa maravillosa aventura que se esconde entre tus páginas; te queremos.
Feliz décimo aniversario.






sábado, 11 de octubre de 2014

Neva.

Avanza lenta por la nieve, arrastrando los pies congelados a través de ella. Sin embargo, no nota el frío; ni se percata de las gotas de sangre que van regando el camino tras ella.
Mantiene las manos heridas pegadas al pecho, manchando su impoluto vestido blanco; sus ojos azules miran fijos al frente, sin ser conscientes de lo que contemplan. Neva no sabe lo que hace, en el futuro ni siquiera recordará el largo paseo que está realizando. En su mente sólo percibe, estática como una pintura, la imagen de su padre tendido en el suelo, inconsciente, con una herida en la cabeza provocada por el golpe que le ha dado con la sartén.
Por fin lo ha hecho.

Por fin ha terminado con el infierno en el que ha vivido desde su nacimiento; cuando su padre, enfadado por no obtener un niño de su maltrecha esposa, descargó todas sus frustraciones sobre su única hija. Su madre murió pocos años después, debilitada por el eterno invierno en el que vivían, y Neva, de entonces nueve años, se vio obligada a adoptar su papel.
Con todo lo que aquello conllevaba.
La servidumbre llegó primero, las palizas después y, poco a poco, sus manos fueron haciéndose más ásperas y valientes, hasta el punto en que ya no quedó nada más en ella por acariciar. Pasados los años, sobre su cuerpo se señalaban cuatro partos y, sobre su mente, cuatro pérdidas y el inmenso dolor de las continuas torturas a manos de un hombre que la odiaba.
Con el tiempo, todo lo bueno se escapó. Cosas como el amor, la felicidad y la luz se desvanecieron en el aire; la belleza se esfumó, sólo conservándose en su rostro; en la casa sólo vivían la tristeza, la crueldad, el desprecio y el llanto; en su alma no había nada.
Sólo sueños de venganza y libertad.
Sueños destinados a cumplirse esa fría mañana de Enero, aunque ella no lo sabía. No lo sabía cuándo, muerta de sueño, quemó el desayuno en la sartén; no pudo saberlo cuando su padre se sentó resacoso en la mesa; ni se lo imaginaba cuando miró enfadado su comida chamuscada, cogió un cuchillo de la mesa y empezó a agitarlo frente a ella, como acostumbraba a hacer. Sólo se dio cuenta cuando, buscando defenderse, golpeó su cabeza con la sartén y le dejó tendido en el suelo, inconsciente, con un hilo de sangre brotando entre su cabello. Más tarde recordaría cómo se quedó paralizada, sin saber qué hacer y cómo, sin comprobar si su padre vivía, salió de casa descalza y con las manos cortadas, hacia cualquier lugar que el destino pusiera en su camino.
Cuatro horas después, el azar le lleva hasta una pequeña casa a las puertas de una aldea. A su paso se asoma una mujer: es regordeta, de aspecto bonachón, y contempla preocupada a la bella chica que pasea pálida frente a ella. Sin dudarlo, sale a su encuentro.
-          ¡Joven, joven! – corre hacia ella, pero Neva no reacciona, apenas ha empezado al salir del shock - ¡niña!, ¿me oyes? – la pobre mujer la agarra por los brazos, zarandeándola, hasta que consigue que sus ojos la miren.
-          Buenos días… - eso es todo lo que consigue decir, con una voz que es apenas un susurro. Sin querer se mira las manos, manchadas de sangre ya seca.
-          ¡Oh, cielo santo! – la impresión empuja a la aldeana hacia atrás, aunque en seguida se dispone a examinarle las manos – pobrecita… ¡los cortes son tuyos! pero… ¿qué ha pasado? – la mira, esperando una respuesta, pero la joven ni siquiera abre la boca – bueno, no pasa nada, ya me lo contarás… Ven conmigo, cariño, acompáñame a casa… ¡estás helada! Pobrecita… dentro estarás caliente, el fuego ya está encendido, verás que bien. Ven, cariño, ven…
Todavía atolondrada, la muchacha sigue a la mujer, que tira insistente de su brazo, y entra al hogar. Nada más llegar, se ve envuelta en una gruesa manta y sentada frente a la chimenea, donde una niña pequeña la mira impresionada.
-          ¡Tessa, deja de mirar así a nuestra invitada y ayúdame a servirle un plato de sopa!
La niña reacciona y corre hacia su madre bajo la atenta mirada de Neva, que ya está casi recuperada de la impresión. Con una leve sonrisa, examina toda la sala: los zapatos, varios pares, están colocados junto a la puerta; en la cocina bulle una enorme olla, probablemente llena de la sopa que va a tomar; de las perchas cuelgan varios abrigos llenos de remiendos; en el suelo yace un conejito de madera, reposando después de una larga sesión de juegos. Ese es el aspecto que siempre imaginó que tendría un hogar, un hogar feliz.
Tessa se acerca a ella, temblorosa, sujetando entre las manos un cuenco a rebosar. Lo deja en la mesa, observando preocupada sus palmas heridas, y se aleja un par de pasos. Ella le sonríe, y después se dirige a su madre, que aparece con un enorme rollo de vendas entre los brazos.

-          Muchas gracias por su hospitalidad, me llamo Neva.

sábado, 4 de octubre de 2014

Cuando la musa se escapa.

Me apetecía escribir, y me senté frente al ordenador.
Pensé, pensé mucho, me devané el cerebro buscando algo que relatar.
No se me ocurrió nada.
Al cabo de una hora, en la hoja en blanco sólo había una frase.
Y, encima, no me gustaba.
La borré.
Me enfadé.
Apagué el ordenador.
Encendí la televisión.
Me senté delante y me envolví enfurruñada en una manta.
Pero seguía queriendo escribir.
Y no había ningún tema sobre el que hacerlo.
Me eché a llorar… bueno, quizá esté exagerando.
Salí a pasear.
Estuve más de una hora fuera.
Cuando regresé, estaba agotada.
Mi ordenador seguía ahí, sobre la mesa, recordándome esa única y ridícula frase que había logrado redactar.
Riéndose de mí.
Quise tirarlo por la ventana.
Me controlé.
Pero el portátil me había desafiado, no podía quedar mal.
Me senté frente a él.
Lo encendí.
Abrí el Word, y una hoja en blanco apareció ante mis ojos, con su estúpida rayita negra parpadeando, como metiéndome prisa para empezar a teclear.
Pero mi mente estaba como la pantalla, en blanco.
Me la quedé mirando, esperando alguna idea.
Me desesperé.
Me enfadé.
Y me volví a desesperar.
La rayita negra parpadeaba divertida.
Casi podía escuchar las burlas de mi ordenador.
No sabía qué hacer.
¿Dónde demonios se habría ido mi musa?, ¿y todas las ideas que tenía ayer?
No me acordaba de ninguna.
“Si no puedes con el enemigo, únete a él”.
Alguien, no sé quién, me envió ese dicho.
Me bastaba.
Era perfecto.
Era genial.
Empecé a escribir.
Que se fastidie la rayita, que le den al ordenador.
Las palabras salieron solas, el texto fluía entre las teclas.
Y, sin ningún problema, lo acabé.
Terminé ganando, vencí sin depender de la caprichosa inspiración.
Aunque me encantaría que regresara.
Si la veis por ahí, decidle que vuelva.
Yo la espero aquí.