jueves, 24 de julio de 2014

Dosis de inspiración.

El profesor seguía hablando, pero ya no prestaba atención. Los minutos, incluso los segundos se tomaban su tiempo para pasar y la aguja del enorme reloj en la pared parecía haberse atascado. Sí¬, seguramente había sido eso porque, ¿cómo era posible que aún quedara media hora?
Sin querer se iba reclinando en el asiento hasta quedar casi tumbada, no recordaba haberse aburrido tanto nunca. Miró a su compañero: se le veía aburrido, igual que a ella, pero tras meses de experiencia sabía que no conseguirá sacarle conversación ¿qué podí¬a hacer? Una relación no se puede llevar adelante sólo por un lado.
De pronto, se dio cuenta de su postura, la barbilla le llegaba ya al borde de la mesa, si el profesor se daba cuenta la bronca sería grande. Se incorporó y empezó a pensar en qué hacer, necesitaba entren terse con algo y a la vez no le apetecía hacer nada. Sobre su hoja abandonada en la mesa se veían dibujos inconexos y frases maltrechas que buscaban su lugar. Definitivamente, no era época de inspiración. Le encantaría tener un muso o una musa, si es que existían, para que le susurrara textos enteros y grandes dibujos, pero nada, ella no gastaba de eso y en esos momentos lo necesitaba con locura.
Quizá sus zapatillas... ¿podría escribir sobre sus zapatillas? Se descubrió a si misma mirándose los pies embelesada y cerró los ojos deseando desesperada una gotita, tan solo una pizquita, de inspiración.
Cuando los abrió, con la desilusión que produce saber que con cerrar los ojos no basta para conseguir lo que quieres, al principio no se fijó en lo que estaba pasando.
El ambiente no estaba como antes, algo no era normal, estaba cargado de algo extraño, como si el olor de un bosque se hubiera colado en el aula cerrada. Entonces, sin motivo, el césped empezó a crecer entre las baldosas y sobre ellas al tiempo que millones de flores de colores brotaban como setas en las esquinas; se escuchó el sonido de un arroyo y cientos de risas invadieron el aire mientras sus propietarias, hermosas ninfas cubiertas de guirnaldas, jugaban a pillarse bajo la atenta mirada de una serena princesa elfa.
¿Qué estaba pasando? En cuestión de segundos la clase se había convertido en un auténtico bosque de cuento y sólo ella parecía darse cuenta. El resto de sus compañeros seguían aburridos ante la voz del profesor que, sin percatarse de nada, continuaba hablando sobre las ideas de Aristóteles.
Pero ella si lo veía... Oh no, no era posible que de un momento a otro se hubiera vuelto loca.
Pero las ninfas seguían ahí¬, jugando entre las flores recorriendo toda la habitación sin ninguna intención de parar...
Pero al final tuvieron que hacerlo, ya que una ola gigante las hizo desaparecer al tiempo que lo inundaba todo hasta cubrir las mesas sobre las que empezaron a nadar pequeños animales de razas desconocidas asustadas al ver los dedos de los alumnos. Desesperada, buscó a su compañero rogando ayuda pero se paralizó al ver que una sirena, montada sobre un apaciguado tiburón gris perla, se entretenía en hacerle caídas de ojos sin que él pudiera verla.
Quiso gritar, a pesar de la fascinación que sentía. El hecho de ser la única que podía ver todo aquello la aterraba y, como si fuera una niña, cerró los ojos de nuevo y pidió a no sabía quién que hiciera desaparecer todas esas locas fantasías.
Ya tenía bastantes cosas para inspirarse.
El sonido del mar despareció para dejar sitio a la tediosa explicación que nadie escuchaba. Poco a poco, volvió a abrir los ojos y pudo comprobar, con cierto alivio, como los peces, la sirena y el agua se habían esfumado dejando tras de sí tan solo baldosas y pupitres.
Suspiró, el reloj de la pared anunciaba que en diez minutos acabaría la clase. No podía negar que, a pesar de todo, había sido entretenido.
Sonriendo, bajó la mirada a su mesa: allí¬ le esperaba el folio a medio usar por esas frases y dibujos sin sentido que tanto le habían molestado. Le vino a la mente esa preciosa elfa, se inclinó sobre la hoja y empezó a escribir.

2 comentarios:

  1. Fascinante. El principio del relato me ha recordado el principio también del primer capítulo de Dragostones Jajaja. La imaginación... que gran compañera. Que buenos ratos pasamos con ella, si sabemos entenderla.

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    1. Vaya, a mucha gente le ha gustado este relato, pero a mi sigue sin parecerme "de los mejores".
      Gracias :)

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